domingo, 29 de junio de 2014

Carta de un padre a una hija - Jorge Bucay

Antes de morir
 Antes de morir hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado:
  • A disfrutar del amor,
  • a confiar en tu fuerza,
  • a enfrentar tus miedos,
  • a entusiasmarte con la vida,
  • a pedir ayuda cuando la necesites,
  • a permitir que te consuelen cuando sufres,
  • a tomar tus propias decisiones,
  • a hacer valer tus elecciones,
  • a ser amiga de ti misma,
  • a no tenerle miedo al ridículo,
  • a darte cuenta de que mereces ser querida,
  • a hablar a los demás amorosamente,
  • a decir o callar según tu conveniencia,
  • a quedarte con el crédito por tus logros,
  • a amar y cuidar la pequeña niña que hay en ti,
  • a superar la adicción a la aprobación de los demás,
  • a no absorber las responsabilidades de todos,
  • a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
  • a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción con lo hecho,
  • a dar porque quieres, nunca porque lo creas tu obligación,
  • a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
  • a aceptar tus limitaciones y tu vulnerabilidad sin enojo,
  • a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otros,
  • a decir que sí, sólo cuando quieras y decir que no sin culpa,
  • a vivir en el presente y no tener expectativas,
  • a tomar riesgos,
  • a aceptar el cambio y revisar tus creencias,
  • a trabajar para sanar tus heridas viejas y actuales,
  • a tratar y exigir ser tratada con respeto,
  • a llenar primero tu copa y justo después la de los demás,
  • a planear para el futuro pero no vivir en él,
  • a valorar tu intuición,
  • a celebrar la diferencia entre los sexos,
  • a desarrollar las relaciones sanas y de apoyo mutuo,
  • a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,
  • a aceptarte como eres,
  • a no mirar atrás para ver quien te sigue,
  • a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
  • a permitirte reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón,
  • a no idolatrar a nadie, y a mí…menos que a nadie.
Jorge Bucay

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