miércoles, 1 de mayo de 2013

Perdón hijo, eres todavía un niño


Declaración ante mi hijo dormido

Escuche hijo, voy a decir esto mientras duerme, suavemente reclinado en la almohada. He entrado solo en su cuarto. Hace unos minutos mientras leía el periódico en la sala, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Como culpable he venido junto a su cama.

Esto es lo que he estado pensando: He sido demasiado gruñón en el trato que le he venido dando.  Esta mañana lo regañé porque apenas se había echado un poco de agua en la cara al bañarse.  Luego lo volví a regañar porque no había brillado bien los zapatos y enseguida lo grité porque había dejado caer algo.

Durante el desayuno lo regañé porque volcó un vaso, y luego le hablé duro porque estaba comiendo demasiado rápido. Enseguida le advertí muy serio que estaba poniendo los codos sobre la mesa. Cuando salió para ir al colegio y yo salía para tomar mi bus para el trabajo, me despidió diciendo: “Adiós papi”, y en vez de contestar amablemente le grité: “Levante esos hombros, no ante tan agachado”.

Cuando yo volvía por la tarde de mi trabajo lo vi jugando con otros niños en la calle y con las medias rotas. Lo mandé a la casa pero antes lo humillé delante de sus compañeros diciéndole: “Siga rompiendo las medias, que como no le toca comprarlas no sabe lo costosas que son. Si tuviera que comprarlas sería más cuidadoso”. Y pensar hijo que un papá diga eso, y ¡delante de los demás!

Esta tarde hijo, cuando yo estaba en la sala leyendo el periódico, lo sentí acercarse con timidez y con mirada de perseguido como queriéndome decir o pedir algo y levanté la vista encolerizado y le grité: “Y ahora ¿Qué quiere?”. Y a pesar de todo, esta noche antes de ir a la cama lo sentí acercárseme a pedir la bendición y a desearme buena noche.

Bueno, hijo, después mientras leía el periódico fue cuando me di cuenta de mi mal proceder y me llené de remordimiento. ¿Qué estoy haciendo yo con esta costumbre de regañar por todo? ¿Es que no sé sino únicamente encontrar defectos para criticar y no encuentro ninguna cualidad para felicitar? No es que yo no lo ame, es que estoy esperando demasiado de alguien que todavía es solo un niño. Lo mido con la medida de mis años maduros y pretendo que tenga un comportamiento como el mío.

¡Pero tiene tantas cualidades y tan buenos comportamientos que yo no he sabido apreciar y valorar! Por eso ha llegado la hora, y aquí cerca a su cama, de rodillas, estoy pidiendo perdón a Dios por el modo tan exagerado como estoy tratando a mi propio hijo.

Quiero pedirle a Dios que me perdone todas mis asperezas y brusquedades. Yo sé que si le dijera esto a mi hijo cuando esté despierto, no me lo comprendería. Pero desde mañana quiero ser un buen papá. Quiero ser su amigo y compañero y no un jefe temible. Quiero sufrir cuando lo vea sufrir y reír cuando lo vea reír. Refrenaré mi lengua para no decirle palabras impacientes o humillantes. Tengo que repetirme muchas veces: “Es todavía un niño. Es todavía un niño”.

No quiero tratarlo como a un hombre ya formado. Quiero  comprenderlo como a un niño en formación. Me esmeraré por formarlo lo mejor posible y por corregir sus errores y hacer que tenga las virtudes y buenas costumbres necesarias, pero siempre con métodos amables, y dando tiempo al tiempo para que vaya progresando poco a poco. Reconozco que he pedido más de lo debido. Quise que los frutos de su personalidad maduraran demasiado pronto. Y eso es un error. De hoy en adelante trataré a mi niño hijo, solamente como un niño, porque eso es y nada más.

Livingstone Larnded
Fuente: Cómo ganar amigos- D. Carnegie y E. Sálesman.

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