Muy cerca de mi ocaso yo
te bendigo, ¡Vida!
Porque nunca me diste ni
esperanza fallida
ni trabajos injustos, ni
pena inmerecida;
Porque veo al final de mi
rudo camino:
que yo fui el arquitecto
de mi propio destino;
que si extraje las mieles
o las hieles de las cosas
fue porque en ellas puse
hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales
siempre coseché rosas.
Cierto: a mis lozanías va
a seguir el invierno;
más tú no me dijiste que
Mayo fuese eterno.
Hallé sin duda, largas
las noches de mis penas
más no me prometiste tú
sólo noches buenas.
Y en cambio tuve algunas
santamente serenas.
Amé. Fui Amado, El sol
acarició mi faz.
Vida: nada me debes.
Vida: estamos en paz.
Amado Nervo
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