domingo, 24 de febrero de 2013

Oración: La gracia de la humildad


Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed insaciable de estima, esta apremiante necesidad de que todos me quieran. Mi corazón está amasado de delirios imposibles. Necesito redención, misericordia, Dios mío.

No acierto a perdonar,
el rencor me quema,
las críticas me lastiman,
los fracasos me hunden,
las rivalidades me asustan.

Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad, mi Señor, manso y humilde de corazón. No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, eliminar al rival, dar curso a la venganza. Hago lo que no quiero. Ten piedad Señor, y dame la gracia de la humildad.

Gruesas cadenas amarran mi corazón; este corazón echa raíces, sujeta y apropia cuanto soy y hago, y cuanto me rodea. Y de esas apropiaciones me nace tanto susto y tanto miedo. ¡Infeliz de mi propietario de mi mismo!, ¿Quién romperá mis cadenas? Tu gracia, mi Señor, podre y humilde. Dame la gracia de la humildad.

La gracia de perdonar de corazón. La gracias de aceptar la crítica y la contradicción, o, al menos, de dudar de mi mismo cuando me corrijan. Dame la gracia de hacer tranquilamente la autocrítica. 

La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias; de sentirme verdaderamente feliz en el anonimato; de no fomentar autosatisfacciones en los sentimientos, palabras y hechos. Abre Señor, espacios libres en mí para que los puedas ocupar Tú y mis hermanos.

En fin, mi Señor Jesucristo; dame la gracia de ir adquiriendo paulatinamente un corazón desprendido y vacío como el tuyo; un corazón manso, paciente y benigno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Así sea.

Ignacio Larrañaga
(Encuentro-Manual de oración)




No hay comentarios:

Publicar un comentario