Cuentan que un hombre encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en
el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la
nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo
mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en
busca de lombrices e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y
volaba unos metros por el aire, al igual que el resto de pollos. Después de
todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años, y el águila se hizo
vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica
ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire,
moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
La vieja águila miraba asombrada hacia
arriba. “¿Qué es esó?”- le preguntó a una gallina que estaba junto a ella.
“Es el águila, el rey de las
aves”-respondió la gallina; “Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes
de él”
De manera que el águila no volvió a
pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.
Anthony de Mello
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