La mayor prueba del amor de
Dios es la capacidad que tenemos de elegir. Todos los seres humanos poseemos la
opción de elegir, tenemos el libre albedrío y con él decidimos un camino u
otro. Aún en condiciones de secuestro o privación de la libertad, nadie nos
puede obligar a sentir diferente a cómo nosotros elegimos.
Las decisiones que tomamos
son las que dirigen la vida, nuestro poder personal radica en la capacidad de
elegir aquellas opciones que nos acerquen más a nuestros sueños, sin importar
cuales sean ellos. En la vida elegimos, elegimos y elegimos, siempre estamos
tomando decisiones, desde simples o de poco peso, a decisiones trascendentes
que marcan puntos de quiebre en nuestras vidas.
El mundo está lleno de posibilidades,
así como de múltiples talentos y capacidades le son dados a cada persona. Las
oportunidades para amar están aquí y ahora, los dones para amar están en
nuestro interior si aceptamos que es así. La elección de qué, a quien, cómo,
cuando, donde amar es nuestra, es la libertad más plena.
Los seres humanos actuamos
de manera instintiva la mayor parte del tiempo, respondemos a estímulos
externos de forma automática. Aprendemos a reaccionar según las experiencias de
vida y los modelos que hemos observado, en la familia y en la sociedad de la
cual hacemos parte. No siempre aquella forma que aprendemos de manera
inconsciente y continua es la mejor, pero tenemos todo el poder para mejorar en
la dirección que deseemos, nada es imposible para quien cree que es posible.
Aprender a elegir el amor y
no el odio o la indiferencia; requiere un paso previo que es desaprender lo
aprendido y que no funciona. Ir al
centro de nuestro ser, hacer consciente la forma que reaccionamos y por
qué lo hacemos, sacar a la luz la oscuridad que hemos dejado entrar, y ver que
en nosotros habitan como eternos compañeros el bien y el mal.
El camino del amor no es el
sendero tranquilo, es el camino de la guerra que al final conduce a la paz,
pero es una batalla que se libra en nuestro interior, en cada decisión del día.
Puedo sentirme infeliz porque el día está lluvioso, o puedo ser feliz porque
las plantas tienen el agua que necesitan; todo depende de la forma en la que
elijamos reaccionar.
Cuando nace en el corazón la intención de amar, Dios nos brinda la
ayuda que necesitamos, estamos en su voluntad.
Liliana
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